Consideraciones Astrológicas de la Anorexia y la Bulimia
Cuando valoramos cualquier situación relacionada con la
comida es lógico que en una primera aproximación consideremos el eje II/VIII,
análogo a Tauro/Escorpio, porque es aquí, especialmente en la casa II, donde se
circunscriben los hábitos alimenticios del sujeto y, por extensión, todo lo que
de ello se derive. Alimentarse es más que comer, comemos sencillamente para
seguir vivos, por eso el alimento no tiene la misma significación para todos
los individuos y, evidentemente, no todos tenemos las mismas necesidades. No
querer comer equivale a no querer vivir, a no querer seguir alimentando a
alguien que considero imperfecto, sucio o despreciable.
El alimento es la primera posesión material al alcance del
individuo, la primera que lleva a si de forma natural porque siente que le
pertenece, y por eso lo reclama cuando le falta. El alimento, por extensión,
constituye la primera valoración, la primera experiencia en la que,
posteriormente se fundamentará su idea de posesión a todo nivel. Todo este
proceso se desarrolla a una edad precoz, de forma mecánica e inconsciente.
Es en este sector donde repercuten las ganancias o las
pérdidas, donde se desarrollan los mecanismos que aportarán los elementos de
seguridad que se requieren para sobrevivir. Consecuentemente, cualquier
afectación personal (ASC.) es susceptible de repercutir en esta casa, dado que
es la primera en la que el individuo se apoya de forma natural. Las expresiones
“tanto tienes, tanto vales” o “las penas con dinero son menos penas” expresan
de forma popular esta generalizada idea.
La casa II se relaciona con la etapa oral, aquella en la que
el niño va descubriendo el mundo a partir de lo que va llevándose a la boca.
Freud relacionó los trastornos del apetito con los trastornos sexuales,
afirmando: la perturbación del instinto de alimentación, que naturalmente puede
tener otras causas, nos demuestra que el organismo no ha podido llegar a dominar
la excitación sexual. Tratándose de muchachas, en la época de la pubertad o
poco después, existe una neurosis que expresa la repulsa sexual por medio de la
anorexia, debiendo ser relacionada, por tanto, con esta fase oral de la vida
sexual.
En esta etapa el individuo no sólo se reafirma a través de
lo que recibe, sino que, además, empieza a cimentar sus expectativas respecto a
las posesiones/atenciones que cree necesitar y que, con el tiempo, le pueden
hacer adoptar una posición voraz (el peligro de esta casa es la avaricia) o de
víctima (sentido de la desposesión). El arquetipo del signo en cúspide de la
casa II nos dará idea de cómo se podrá expresar en primera instancia esta
necesidad de “tener”, siendo el conjunto de elementos que configuran dicha casa
los que nos podrán dar una idea de los niveles de consolidación que el
individuo requiere y aquellos que tendrá posibilidad de alcanzar.
Los requerimientos de esta casa serán extrapolables a todos
los niveles de actuación del individuo: en el ámbito económico, afectivo, de
estudios, etc. Hasta tal punto estamos impregnados de los contenidos de esta
casa que incluso el lenguaje y nuestra forma de expresarnos (casa III), como
afirmaba Freud, está impregnado de experiencias de la fase oral. Frases como
“te comería” o “es una persona dulce” son bastante frecuentes. Freud también
insistía en que alteraciones en esta etapa, que astrológicamente se asocia a la
casa II, originaban no sólo problemas sexuales, sino también angustia y miedo a
la muerte y por extensión a todo aquello que es mostrado al niño como adecuado.
La asociación de esta idea a los contenidos de la casa VIII resulta evidente.
Si la casa 2 la asociamos al hecho de tener, de poseer y a
las ganancias en general; la casa 8 responde a un arquetipo más inquietante,
menos seguro: perder, compartir y carencia de seguridad en los resultados,
sobre todo porque no dependen de uno mismo. Los elementos que configuran la
casa dos se consideran propios y de disposición personal; los de 8, ajenos e
incontrolables. Por eso los contenidos de casa 8 suelen resultar tabú para un
gran número de personas, que se encuentran más cómodas disfrutando sin riesgos
de lo que la casa 2 les aporta.
Ya hemos dicho que aferrarse a la casa 2 puede conducir a la
avidez, a la avaricia, a la acumulación y a la posesión en sí misma: “cuanto
más tengo, más quiero”. Igualmente, si nos proyectamos de forma mórbida en la
casa 8, seremos incapaces de evacuar, de desprendernos y podemos llegar a
experimentar la envidia, el defecto capital de esta casa y de su arquetipo
Escorpio. Recapitulando: el eje 2/8 nos dará una idea general de las
necesidades y requerimientos prioritarios del sujeto a todo nivel y de cómo y
en qué grado va a intentar expresarlos.
La etapa oral debe necesariamente circunscribirse dentro del
período regido por la Luna (0-7 años), que es el de mayor absorción a todo
nivel. La Luna tan sólo por regir la memoria y las primeras impresiones de
vida, constituye un elemento determinante a la hora de enjuiciar este tipo de
trastornos con repercusión orgánica. La madre, siempre asociada a la Luna, en
este período juega un papel determinante en el desarrollo del individuo y es el
primer elemento que se asocia a la nutrición y a la seguridad. Trabas, traumas
o fijaciones en esta etapa se harán sentir en algún momento de la vida y pueden
llegar a imposibilitar desprenderse de la figura materna, sobre todo si la Luna
está fuerte en el tema natal.
Por otra parte, la Luna siempre representa lo básico y en un
sentido orgánico y dietético nos habla del crecimiento, la fecundidad, la
nutrición, el sistema digestivo, el apetito y el peso del individuo.
Finalmente, como la Luna rige la materia, el mundo de las formas, siempre
expresará la globalidad orgánica, sus procesos y las necesidades básicas y de
mantenimiento.
Los trastornos alimenticios se pueden expresar en cualquier
momento de la vida, aunque la mayoría de casos se dan en la adolescencia. Como
ésta es una etapa regida por Venus (14- 21 años), no resulta extraño, por
tanto, que estas patologías afecten sobre todo al sexo femenino. Así mismo, y a
pesar de que la anorexia se ha universalizado y afecta a todas las clases
sociales, la dominante pertenece a la clase media-alta (otro elemento
venusino). Observamos que Venus se encuentra extremadamente resaltado: por
edad, sexo y clase social, sin olvidar que Venus es el regente natural de las
casas 2 y 7, que son las que expresan lo que tengo y falsamente lo que soy,
como hemos visto, y el ideal que la sociedad me dice que es mejor o más actual,
respectivamente.
Una vez situado el problema en la etapa correspondiente,
será preciso dilucidar por qué los que padecen este trastorno sufren una crisis
personal y sustituyen las preocupaciones y ocupaciones propias de su etapa
adolescente por una obsesión alimenticia y todo lo que de ello deriva.
La etapa venusina es la de formación de los valores (el
propio símbolo de Venus resalta el espíritu sobre la materia). A través de
Venus, el individuo puede evolucionar, ubicarse e integrarse socialmente, establecer
relaciones y vínculos de reciprocidad (más allá del colegeo mercurial) y
amorosos que, finalmente, le aporten la anhelada dote venusina: la paz
interior, la armonía. En esta etapa se aprende a amar y se experimenta el amor
o el desamor. Por todo ello resulta tentador asociar los trastornos
alimenticios con los elementos que se magnifican en esta etapa. Algunos
estudios demuestran que las adolescentes más propensas a sufrir trastornos de
la alimentación son aquellas que antes alcanzan la pubertad, que antes se
convierten en mujeres (Venus).
La mujer, que hasta esta edad ha experimentado una evolución
psicofísica más rápida y evidente que el hombre, entre otras cosas porque ha
vivido y está viviendo dos etapas femeninas (Luna, Venus) y una neutra (Mercurio:
7-14 años) está más abocada a cuestionarse y a definir unas necesidades
emergentes típicamente venusinas: su concepto de feminidad, la canalización de
sus sentimientos y sus necesidades intersexuales, la aceptación de sí misma
como mujer; en definitiva, la aceptación de sí misma. Esta tarea, que no es
fácil, sin duda estará in luenciada por los estereotipos y las dominantes del
momento.
Todas estas consideraciones pueden canalizarse de múltiples
formas, según la idiosincrasia de cada individuo, pero es seguro que nunca le
dejarán indiferente en esta etapa de idealización de los valores y de
cuestionamiento general.
Consecuentemente, toda represión o autor represión de tinte
venusino, puede alterar la percepción de la propia imagen corporal y generar
miedos de este género (a no ser bella, a no ser amada o correspondida) que
deriven en conflictos alimenticios y/o sexuales y que necesiten ser compensados
de alguna manera. La más usual y utilizada estrategia de huida de problemática
es la exaltación de los valores contrarios o marcianos, no resultando extraño
observar, pues, cómo los trastornos de la alimentación llevan asociado un
inusitado aumento de la actividad física.
Las personas anoréxicas suelen ser
activas, perfeccionistas y eficaces y se desenvuelven bien en todo lo que
hacen, aparentemente no tienen problemas en la relación con sus padres, ya que
tratan de contentarlos con su rendimiento en los estudios y una conducta
correcta, aunque en el trasfondo de esta conducta se vislumbre una cierta
inmadurez afectiva y dificultades para afrontar sus procesos emocionales. Son
personas a las que les afectan enormemente las descalificaciones y que poseen
muy baja autoestima.
En determinados casos la raíz de la anorexia se asocia a una
causa mística, a una búsqueda de la pureza o a una necesidad espiritual que
induce a obviar las necesidades más básicas, próxima a las experiencias de
algunos conocidos santos (Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina, etc.).
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